sábado, septiembre 29, 2007

Ciudades y Literatura: Manhattan, 1948




“Cuando se encontraba en alguna pequeña y aburrida ciudad del sur o en algún rancho desolado, sentía la dolorosa ausencia de Ellenora, pero no de Ellenora en sí, ni mucho menos, sino de Ellenora con todo su séquito: el Blue Angel, el Eddie Condon, El Morocco, Chinatown, los cócteles en una fiesta en Park Avenue, un paseo en coche de caballos por el parque, una charla en el palco de un teatro en el entreacto, una cubitera con champán en hielo junto a la mesa, quédese con el cambio, personajes de taxi, y ja, ja, ja, y ji, ji, ji, besos, besos, pum, pum, mañana en el mismo sitio. Eso simbolizaba Ellenora, quien de hecho, y para ser precisos, no estaba ligada a ninguno de estos recuerdos. Ni siquiera había bailado con Ellenora, y si hubiera ido a algún club nocturno con ella hubiera sido lo bastante cortés como para no abandonar a solas su copa en una mesa mientras deslizaba a Ellenora sobre la pista. Era evidente que la razón por la que ella representaba para él ese Manhattan de ficción y legendario era que habían pasado demasiadas horas en un mismo lugar posponiendo el momento de ir a otro sitio, hasta que aquello que no habían visto juntos se volvió más real que lo que conocían”

Dawn Powell, "The Wicked Pavillion"

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